sábado, 19 de julio de 2008
No es tan sólo la ciudad
Yo observo desde la ventana. Observo la ciudad, la gente, la paloma; observo la vida desde la ventana.
Abajo, en la calle, hay autos y gente y prisa y ruidos. Sobran los gritos, las frenadas, los pasos que se apresuran a cruzar las calles. Ruidos de autos que se pasean como si no molestasen. Pies y zapatos que pisan y corren; y paran para tomar aire y volver a pisar y a correr. Manos muertas balanceándose a los lados del cuerpo industrial.
Un poco más arriba edificios. Viejos, grises, sucios y tristes esperan que la lluvia los lave y el sol los seque. Acumulan gente que se recuesta por la noche sólo para volver a recostarse la noche siguiente.
Algunos tienen ventanas abiertas, otros persianas bajas. Pero todos tienen rejas para prevenir el accidente de tirarse a la aventura.
Cables que cruzan la calles y van de ventana a ventana, o de esquina a ventana. Cables que transportan emociones, sentimientos que cuando llegan a destino ya están fríos.
Y a lo lejos más edificios. Blancos, flacos, altos, con plantas y rejas. O desteñidos y con humedad.
Edificios por doquier. Edificios que gruñen o suspiran, que aparentan casas y hogares. Que te miran fijo y acto seguido te comen, y te mastican y te deglutan. Y vos seguís caminando entre los intestinos edilicios de una ciudad insoportable.
Y allá, mucho más lejos, el cielo. De un color blanco sucio, excesivamente nublado, cargado de gotas de sangre. Lleno del miedo de llorar. Un cielo de desesperanza. ¿Y qué más en la ciudad? ¿Y quién no lo quiso alguna vez?
Miedo de decir, de sentir. Miedo de mirar y buscar más allá del aire cargado.
Y entonces me levanto, busco los zapatos, el tapado. Descuelgo el sombrero y decido bajar a la calle. Me miro en el espejo y entonces no me veo. Elijo la careta y ahora sí, atravieso el umbral.
Ahora con mi nuevo disfraz camino deprisa, siento mis manos muriéndose. Los zapatos me hacen pisar y correr al cruzar una calle.
Sólo miro la vereda para no tropezar. Sólo miro al frente para llegar a destino. Los autos no me molestan, los edificios no me importan. La gente no me siente, y yo tampoco a ellos.
Y soy yo, uno más en la multitud. Perdido entre tantas caras y caretas. Yo, todo un señor de ciudad, caminando por las calles del centro.
Pero de repente pasa algo. El llanto me corre el maquillaje, la careta se cae y rueda a esconderse bajo un auto estacionado.
Y quedo al descubierto, quedo desnudo frente a la ciudad. Atino a taparme, a esconderme pero no hay forma, no hay sombra posible.
Estoy inmóvil por el pánico de la luz solar. Porque ahora la gente puede ver mis ojos, mi alma. Estoy muy quieto, aturdido por el veloz latido de mi corazón. Y con ese miedo y silencio en la boca comienzo lentamente a mirar a mi alrededor.
Y veo, sorprendido, que la gente no me mira. Que mi cara sigue siendo una más, que mis gestos se diluyen con el viento. Y que son ciegos y sordos y mudos.
Dos ideas después son como yo. Quietos, solos, observadores, calculadores en beneficio propio. Soy como ellos. Con los ojos cerrados mirando hacia adentro, respirando para adentro. Sintiendo desde adentro y no hacia afuera porque los poros se han tapado de asco.
Y ahora somos sombra y mar; frutos secos, semillas, fuego, carne, dolor y tempestad y humo y papeles; agonía. Después fuimos sal, compañía, pasión, desamor; sensación, deseo, espejo y esponja y comida y ejemplo, libertad.
lunes, 14 de julio de 2008
Caleidoscopía
¿Qué se supone que tiene que hacer una persona para quererse más? ¿Cómo hace uno para respetarse a sí mismo? Hay personas que ayudan a querernos, queriéndonos. Pero cuesta animarse, cuesta asomarse a un nuevo cariño y afrontar la posibilidad de lastimar. La certeza de lastimar.
¿Hay algo más dañino que la autodestrucción? Y sin embargo tan común. ¿Por qué buscamos irnos? ¿Por qué necesitamos lastimarnos? La sociedad ya nos da demasiadas cosas para sufrir, y no nos alcanza. Tenemos que drogarnos, tenemos que flagelarnos, someternos a miles de dietas. ¿Acaso es la sociedad misma que nos quiere matar y nos usa a nosotros como propios asesinos?
¿Por qué no nos queremos como somos, y no como quieren que seamos? ¿Por qué nos cuesta tanto? Muchos sentimos placer al vernos rotos y sangrando y no nos damos cuenta que sangramos amor y que necesitamos amor para sanar.
¿Dónde está el verdadero valor de la vida? ¿Por qué confundimos el término ‘vivir’ con el de ‘sobrevivir’? Quizás la guerra se haya llevado las ganas de vivir, las ganas de valorarnos. Quizás el poder haya creado la marginación, la bajeza. Pero no podemos aceptarlo y dejarnos caer. Somos hermosos y no debemos abandonarnos por el miedo de vivir, con todo lo que ello implica.
Quizá lo que falte sea coraje para afrontar la vida, pero entonces ¿por qué nos falta ese coraje? Nadie dijo que vivir sea fácil, nadie dijo que ser feliz sea simple. Pero es posible y es hermoso y es humano.
Somos capaces de crear, de sonreír y de hacer sonreír. Somos capaces de generar vida y traer felicidad. Podemos dar y podemos recibir. Podemos aprender y compartir. Podemos pensar y sentir, podemos progresar y superarnos. Tenemos vida a todo nuestro alrededor, tenemos vida que nos sale por los poros. Y no la podemos ver, y no la podemos sentir. Y nos cuesta tanto vivirla… Creo que nos merecemos más de lo que nos damos.
¿Qué me pasa? Soy mucho más de lo que creo, y lo sé, pero no lo aprendo. Si no encuentro donde busco, ¿por qué sigo buscando allí? ¿Por qué siento que hay gente que me quiere más de lo que yo misma me quiero? Tengo miedo de no poder crear lazos por mi falta de amor, ¿cómo curo eso?
lunes, 7 de julio de 2008
Por el camino yo me entretengo
¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?
Vincent Van Gogh
La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
Heinrich Heine
Una vez leí un cuento de Ray Bradbury, donde decía que la locura es relativa; que puede pasar que el resto del mundo se haya vuelto loco, y entonces al cuerdo lo llamen loco. Me gustó la idea... quizás porque más de uno me ha dicho loca alguna vez, y jamás me lo creí.
¿Por qué no una careta, un disfraz? Y no lo digo como escondite, sino como adorno. Hay cosas que quedan más lindas después de haber sido sometidas a algún tipo de delirio.. y el mundo todos los días nos da pie para delirar. Digo, tenemos el mar, el viento, la música, la danza; la ciudad, la gente.. los compromisos. Y las ideas.
"Cada salto en el vacío es una
cuestión de fe
Nunca nada se repite como
la primera vez
[...]
Y siempre nos quedamos solos
Y voy a salir a buscar, y voy a
salir a pegar
Vueltas y vueltas y vueltas en el aire"
F. Páez "Dando vueltas en el aire"
jueves, 3 de julio de 2008
Deshaciendo tiempo
Bronca acumulada y abandonada a su suerte, sola por ahí. Bronca peligrosa y capaz de transformarse en odio y miedo. Cobardía. Tirar la piedra y esconder la mano. Morirse lentamente e ir matando al resto. Decir no por uno mismo y justificarse por los demás. Dejar las responsabilidades para otros y escupir hacia arriba. Reclamar derechos y no asumir obligaciones. Repetir sin pensar, por comodidad. Seguir los impulsos porque lo merecés. Hedonismo destructivo. Copiar-pegar.
Creer en el futuro y en la libertad. Confiar y comprometerse. Uno para todos y todos para uno. Aceptar y respetar lo diferente, convivir. Dibujar sueños y pintarlos con colores, soñar para vivir y actuar. Buscar utopías como combustible. Querer cambiar el mundo y jugarse por algo mejor, poner el cuerpo y el alma por la vida, la democracia y el libre albedrío.
¿Hacia dónde vamos? ¿Dónde estamos parados? ¿Qué queremos lograr? Seguiremos buscando y cada vez encontraremos más.
Estudiar el pasado para conocer la verdad. Poder ponerse en lugar del otro para tenerlo en cuenta. Es necesario intentar para lograrlo y participar para alcanzar el cambio. La educación es una forma de libertad, y sólo a través de ella, la conciencia, el respeto y la justicia pueden alcanzarse la verdad, los anhelos y las posibilidades.